Rudolf von Sebottendorff, conocido aventurero y apasionado buscador del conocimiento místico, nació el 9 de noviembre de 1875 en Hoyerswerda. Después de trabajar en una usina en los alrededores de Görlitz, en 1898 se embarcó para buscar oro en Australia. Viajó luego a Turquía, permaneciendo en la región de Bursa al rededor de 1900. En 1911 adquiere nacionalidad turca, siendo adoptado por el barón von Sebottendorff. Durante una estancia en El Cairo entra en contacto con maestros e iniciados de cofradías secretas custodias de la más antigua sabiduría faraónica, accediendo a la gnosis oculta originaria. Tras ser gravemente herido en la guerra de los Balcanes, Sebottendorff volvió a Breslau, en 1913. Tiene un papel determinante en la formación de la Orden de Thule, matriz del Partido Nazi (N.S.D.A.P.). Permaneció en Munich en 1918 donde participa en la compra la casa editorial Franz Eher Verlag y el periódico Münchener Beobachter, que desde el 9 de agosto de 1919 pasó a llamarse Völkischer Beobachter (Diario del Partido Nazi). Con todo el material y el conocimiento esotérico adquirido durante sus aventuras y sus intensos años de búsqueda espiritual, Sebottendorff elabora una vía iniciática que consta de varios niveles:
1- El discípulo empieza el “viaje al interior de la tierra”, o al interior de su mente y de sí mismo. Se inicia en la práctica de la inmovilidad y el silencio.
2- En el silencio y la soledad de sí mismo, percibe la naturaleza inestable de su cuerpo físico y los pensamientos que circulan por su pantalla mental. En este momento se despierta dentro de sí mismo la necesidad de contacto con el mundo verdadero. Este contacto sólo lo conseguirá si es capaz de acceder hasta su yo más profundo: “conócete a ti mismo y conocerás el universo y los
dioses”.
3- Para poder acceder hasta su yo más profundo, el discípulo necesita tomar las riendas de sí mismo. Dan comienzo los ejercicios de control de la respiración combinados con técnicas de fortalecimiento físico y posicionamiento de manos y cuerpo.
4- Una vez alcanzado un cierto grado de autodominio, la Fuerza que se origina en la base de la columna vertebral, antes caótica, empieza a ascender a través de la columna vertebral del iniciado, verticalizándole. El discípulo empieza a percibir una sensación de Poder. Empieza a trabajar el yoga silábico, en el cual después de haber adoptado ciertas posturas físicas especiales y realizando una respiración controlada, se recitan ciertas sílabas místicas (mantras). Estas
técnicas ayudan a purificar el estado vibracional tanto del discípulo como de su entorno.
5- El paso siguiente conduce al discípulo a niveles superiores de meditación, mediante la visualización interior de los colores. El sistema se inspira en los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, que también es una de las fuentes espirituales en las cuales se inspirará la SS para diseñar el sistema de meditaciones en el castillo de Wewelsburg.
6- La práctica se propone acumular la mayor Fuerza cósmica posible y dirigirla a unos puntos concretos para captar sabores y olores sutiles, hasta acceder a la percepción de la “sombra negra”. Este logro señala el comienzo de una nueva vida espiritual y se ritualiza dando al discípulo un grado iniciático.
7- Finalmente, el iniciado, dueño de sí mismo, se abre al conocimiento esencial del Más Allá y adquiere dominio sobre las fuerzas naturales y el destino. Todas estas técnicas tienen como objetivo el perfeccionamiento del individuo para conseguir su conversión en un ser espiritual completo.
2- En el silencio y la soledad de sí mismo, percibe la naturaleza inestable de su cuerpo físico y los pensamientos que circulan por su pantalla mental. En este momento se despierta dentro de sí mismo la necesidad de contacto con el mundo verdadero. Este contacto sólo lo conseguirá si es capaz de acceder hasta su yo más profundo: “conócete a ti mismo y conocerás el universo y los
dioses”.
3- Para poder acceder hasta su yo más profundo, el discípulo necesita tomar las riendas de sí mismo. Dan comienzo los ejercicios de control de la respiración combinados con técnicas de fortalecimiento físico y posicionamiento de manos y cuerpo.
4- Una vez alcanzado un cierto grado de autodominio, la Fuerza que se origina en la base de la columna vertebral, antes caótica, empieza a ascender a través de la columna vertebral del iniciado, verticalizándole. El discípulo empieza a percibir una sensación de Poder. Empieza a trabajar el yoga silábico, en el cual después de haber adoptado ciertas posturas físicas especiales y realizando una respiración controlada, se recitan ciertas sílabas místicas (mantras). Estas
técnicas ayudan a purificar el estado vibracional tanto del discípulo como de su entorno.
5- El paso siguiente conduce al discípulo a niveles superiores de meditación, mediante la visualización interior de los colores. El sistema se inspira en los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, que también es una de las fuentes espirituales en las cuales se inspirará la SS para diseñar el sistema de meditaciones en el castillo de Wewelsburg.
6- La práctica se propone acumular la mayor Fuerza cósmica posible y dirigirla a unos puntos concretos para captar sabores y olores sutiles, hasta acceder a la percepción de la “sombra negra”. Este logro señala el comienzo de una nueva vida espiritual y se ritualiza dando al discípulo un grado iniciático.
7- Finalmente, el iniciado, dueño de sí mismo, se abre al conocimiento esencial del Más Allá y adquiere dominio sobre las fuerzas naturales y el destino. Todas estas técnicas tienen como objetivo el perfeccionamiento del individuo para conseguir su conversión en un ser espiritual completo.
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