miércoles, 7 de abril de 2010
R A Y O V E R D E
En el Rayo Verde se da la revelación última del Hitlerismo Esotérico.
Los Antiguos no necesitaban registros físicos como la escritura ya que disponían de un acceso directo al mundo del astral en el que se hallan registrados y están a disposición todos los conocimientos.
Pero en este estudio nosotros nos hacemos servir de la escritura precisamente para transmitir cómo guiarnos y aprender a recuperar esta capacidad, estas capacidades que tenían los hombres divinos de la ya olvidada antigüedad.
Miguel Serrano en su libro “Manú. Por el hombre que vendrá”, hace una aproximación al misterio del Rayo Verde. Dice: “Más allá del Sol Negro (de los “Hoyos Negros”) se aparece el Rayo Verde, situación imposible de explicar e inexistente para los que aquí estamos, pero más real que toda realidad. En “ese mundo” residen los más altos Guías, inspiradores y sostenedores del Hitlerismo Esotérico. Allí también, a veces, está Adolf Hitler, pudiendo retornar sin que lo veamos ni sepamos. De allí vendrá como último Avatara, con su Último Batallón a librar el último combate y vencer a sus enemigos. El Rayo Verde está más allá de todo. Para los que son capaces de cruzar a través de la Implosión del Sol Negro con la Esvástica (Swástika) Levógira, “eso” (lo que ante ellos se aparece), se ve como un Rayo Verde”.
En el Rayo Verde, como vemos, habitan los Divyas, los divinos que pueden penetrar puntualmente en la atmósfera de esta tierra inferior. Son los devas del hinduísmo. Su sangre es ígnea (ardiente, de fuego), envuelta en un color azul desprendido por la llama. Así, el color del cuerpo y la sangre de los hiperbóreos es azul, como el de Krishna y el de Shiva. De esta forma son vistos aquí. Sus cabellos son dorados, casi blancos, como filamentos de lana o de seda.
Más cerca del mundo terrestre, oculta en el interior de montañas o en la Tierra Hueca hallamos Agarthi o Agartha. En ella se da la iniciación tántrica que transforma y transmuta, transfigura la materia, el mundo. Sus habitantes son los Siddha, seres divinos que han logrado vencer a la muerte tras pasar por la encarnación terrestre. Desde ahí proyectan su influencia para despertar y ayudar a los héroes. Los héroes son los viras divinos mezclados que luchan por recuperar la inmortalidad.
Desde la Tierra Hueca, desde Agartha, los divinos invocan la memoria de la sangre de los descendientes de los arios para que despierten y luchen por liberarse de las cadenas y la tiranía de este mundo. El hado habla a los héroes y les susurra al oído el lenguaje divino... y el héroe, que escucha esas palabras antiguas en el secreto de su corazón, recuerda, despertando en él la necesidad, la gran sed de los Peregrinos del Alba.
Como hemos explicado, cuando se pierde la Edad Dorada, el movimiento rotatorio de la tierra se desata, hundiéndose Hiperbórea. Aparece la Segunda Tierra y la Edad de Hierro y la involución del Kali-Yuga. El mundo se desestructura, degenera y el caos se escampa por todas partes, llevando la muerte, el crimen y el sufrimiento. Tras los trágicos sucesos y atrapados en las redes de Maya y su mundo ilusorio, los héroes van despertando. Empiezan a intuir que no pertenecen a este mundo caído de miseria y de muerte, sino que su naturaleza les vincula a otro mundo “más allá de las estrellas”.
Entonces, habiendo despertado de la ilusión demoníaca del mundo en que se halla atrapado, es cuando, guiado por su propia naturaleza y por el hado, el héroe comprende que ha de reinvertir el proceso desencadenado al iniciarse el tiempo demiúrgico. Es la Esvástica Levógira, la que guía en el camino de retorno a Hiperbórea y a Venus, la Estrella de Origen de los semidivinos.
El héroe se convierte en un trovador que busca reencontrar lo perdido. El camino de divinización hace coincidir plenamente la peregrinación del mundo externo con la realización interior. “Lo que es abajo es arriba, lo que es adentro es afuera”. Es el sincronismo en el que los dos mundos vienen a reunirse.
En Hiperbórea, a la sombra del Irmisul, las sacerdotisas magas inician en el culto del amor mágico y del matrimonio sagrado. Allá se halla el Jardín de las Hespérides, el jardín de las manzanas de oro que dice Homero. En la leyenda celta es Avallón, la isla de las manzanas donde crece el árbol con las manzanas de oro. Hércules, el héroe griego de voluntad inquebrantable va a encontrarlas. Son las manzanas de la vida eterna y de la resurrección y además, es el Grial. La manzana simboliza la Estrella de la Mañana, Venus, de donde vienen los ancestros divinos y el conocimiento, con los que hay que sincronizar para poder resucitar. La mujer maga entrega la manzana (el Grial) al héroe. El árbol es la columna del cielo, el Irmisul y en su tronco se enrolla la Serpiente de la Vida Eterna y de la eterna juventud.
El héroe, cuando despierta en él la nostalgia de Hiperbórea, se hace consciente y necesita alcanzar a comer del fruto de Venus que da la inmortalidad. Pero para ello ha de traspasar los límites de la muerte, ya que el Jardín de las Hespérides se halla más allá... “Más allá del norte, del hielo, de la muerte –nuestra vida, nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto” (“El Anticristo”. Friedrich Nietzsche).
Alcanzar más allá de la muerte y “robar” el fruto de la vida eterna.
El héroe se presenta cara a cara con la muerte. Sabe que no puede ceder y que del poder de su voluntad viril, su principio sivaísta, depende superar el vacío sin desintegrarse.
Es el vacío que se halla más allá del último chakra. Un salto al vacío a través de un Sol Negro, un Hoyo Negro donde se acaba la luz del Sol de Oro (el de este mundo material).
Más allá del Sol Negro, el héroe alcanza el Rayo Verde. Allá su naturaleza se transmuta en un cuerpo de vajra, materia inmortal, roja, dura como diamante, resucitando como ser divino.
Es Wotan (Odin) crucificado por nueve noches en el Árbol del Espanto, el Iggdrasil (o el Irmisul). El dios germano se entrega a una prueba chamánica en la que tras traspasar los límites de la muerte, llega hasta el otro mundo, el mundo de los dioses, de donde consigue recuperar las runas, el poder perdido. Desde entonces, es un verdadero ario, un Señor de los Dos Mundos. Esto dice Wotan en el poema Hávamál, el Canto del Altísimo:
“Sé que colgué del árbol azotado por el viento
nueve noches completas,
atravesado por la lanza y a Wotan entregado,
yo mismo a mí mismo.
Ningún hombre sabe de qué raíces ha nacido este árbol.
No me dieron pan, ni a beber del cuerno,
Miraba hacia abajo,
levanté las runas, las subí bramando,
di de nuevo en la tierra”.
Vemos cómo Wotan realiza la muerte iniciática consiguiendo alcanzar el otro mundo. Ahí, en ese “otro mundo”, se halla Anticton, la otra tierra de los antiguos griegos, de Pitágoras, de Platón. “Es la Primera Tierra antes de esta, que es la Segunda”, dice Miguel Serrano, “allí todo sucede al revés que en este mundo y allí el nazismo ganó la guerra”.
En el otro mundo, los dioses trabajan el oricalco, misterioso metal que tiene el poder de neutralizar la gravedad. Mediante este, los vimanas mágicos se elevan por los cielos desafiando toda lógica racional, emitiendo un sonido como de música melodiosa y que según Homero “captan el pensamiento y el sentimiento de los humanos”.
El tiempo y las realizaciones del mundo de los dioses es diferente al de el mundo de los hombres, no obstante ambos están interrelacionados. El vínculo entre el mundo divino y el mundo profano se mantiene a lo largo de los siglos a través de diversas formas. En este contexto, los avataras son enviados de la divinidad. Según el Hitlerismo Esotérico, Hitler es la encarnación del Avatara. Desde su nacimiento, en el Führer siempre se manifestó una personalidad única que marcaba fielmente su destino. A través del Führer encarnó y llegó a manifestarse el Avatara, el Tulku, en el alma de toda la raza blanca y en el Tercer Reich.
Durante un periodo de tiempo breve pero intenso se conformó sobre la tierra un Reich Mágico cuyas realizaciones fueron increíblemente audaces en todos los campos de la ciencia, la sociedad, la cultura, el desarrollo humano... Fue tan luminosa y radiante la manifestación del Avatara que el demonio del mundo, el demiurgo Jehová, celoso y temeroso hubo de reunir y movilizar a todos sus agentes para impedir el Triunfo de la Voluntad del hombre ario.
Cuando los soviéticos entran en Berlín, en la vecindad del Búnker de la Cancillería, hallan dispersos catorce cadáveres totalmente carbonizados e irreconocibles, todos con restos de uniformes idénticos a los del Führer. Stalin, informado de primera mano, siempre creyó que Hitler no había muerto. El Avatara poseía no uno sino catorce kas (según la tradición egipcia, el ka es el doble energético del hombre y se halla situado entre el cuerpo y el propio espíritu).
Miguel Serrano dice que Hitler partió de Berlín en un vimana o en un Carro de Fuego hacia la Antártida. Finalmente, como un puro cátaro, se desplazó a otros astros, hacia el hogar de los antiguos hiperbóreos, cruzando y atravesando la Puerta de la Estrella de la Mañana, Venus, a través del Sol Negro.
El Avatara ha retornado al Rayo Verde desde donde en ocasiones acude hasta este mundo a buscar a sus hijos.
Para ello, atraviesa el Sol Negro que es la puerta que comunica el mundo de los dioses y este mundo material o demiúrgico. El Sol Negro es el tubo astral que el alma halla cuando sale proyectada fuera del cuerpo físico. Su forma y su representación es la de una esvástica, el signo sagrado de los Señores, los divinos hiperbóreos, que pueden atravesarlo en uno y en otro sentido a voluntad. Ellos son los Señores de los Dos mundos.
Porque en verdad el mundo real, el mundo que tiene entidad propia es el mundo de los dioses, mientras que el mundo material no es más que una copia defectuosa y cruel del mundo verdadero. El mundo material no existe en sí mismo, sino que es el plagio de un “otro mundo” en el que habitan las fuerzas vivas del espíritu
En el final, cuando el ciclo se cierre, la frontera que separa los mundos desaparecerá. Entonces, la Wildes Heer, la orden de guerreros de Odín Wotan, los Einherier (los héroes resurrectos), saliendo del Walhalla vendrá a librar el Combate Final para liberar al mundo del Maligno.
“Los hijos de la Edad Dorada vagan ahora lejos,
por la tierra de los padres, olvidados de los
Días del Destino,
en algún otro lado.
¿Y ningún anhelo puede hacerles ya volver?
¿Nunca les verán mis ojos?
¡Ay! ¿Nunca os encontraré por los mil senderos
de la tierra verdeante el que os busca,
figuras iguales a los dioses?.
¿Y entendí yo, por ventura, vuestro lenguaje,
vuestra leyenda, tan sólo para que mi alma buscara vuestras sombras?.
Quiero acercarme a vosotros, allá donde crecen
todavía vuestros bosques,
donde esconde entre nubes su cumbre
solitaria el Monte Sagrado.
Allí quiero ir, cuando reluciendo
en la sombra del Roble,
encuentre la Fuente del Origen
¡Oh, vosotros durmientes!
¡Oh, sombras sagradas!
¡Con vosotros quiero vivir!”.
(Hölderlin)
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